Sobre las butacas
Nada más ver que se iba a estrenar esta obra tuve un buen presentimiento y conseguí entradas en cuanto tuve oportunidad. Elegí las de Anfiteatro A, no aptas para el que tenga vértigo, pero, para el que no lo tenga, se ve estupendamente y tienen un precio razonable. Eso sí, como casi todo el musical tiene proyecciones en la parte de atrás y en los lados del escenario, debo advertir que están pensadas para verse desde la perspectiva frontal, no desde arriba, así que el efecto visual a veces es extraño. Las butacas del teatro Coliseum tienen el espacio justo y, cuando la gente llega tarde (y en mi fila llegó mucha gente tarde: no deberían haberles dejado entrar) es un horror dejarles pasar, pero bueno, qué le vamos a hacer, ya sabemos que para estas cosas prima más el sacar la máxima pasta que la comodidad del espectador.
Anastasia, el musical
Debo decir que este musical ME HA ENCANTADO. Así, con mayúsculas. A veces lloro porque una historia es triste, pero raro es verme llorar simplemente porque una historia es bonita y está bien hecha. En este caso, lo consiguieron.
Los decorados son sencillos pero, con las proyecciones para darle más ambientación y algunos elementos de atrezzo, resultan bastante efectivos. El vestuario me pareció precioso y los actores son muy buenos, con unas voces espectaculares. Además, las coreografías mezclan un poco de todo: desde bailes tradicionales hasta charlestón, pasando por un número de ballet. Y la música es en directo.
En cuanto a la historia, es en esencia la misma que la de la película, compartiendo algunas canciones (con distinta letra, aunque, como no vi tantas veces la peli como El rey león, no me rechinó tantísimo). No obstante, hay una diferencia fundamental: han eliminado el elemento fantástico y lo han sustituido por un realista y creíble alto cargo de la recién formada URSS, cuyo papel es absolutamente genial. También hay otros cambios menores que dan a la trama más solidez, que hacen que fluya sin que haya partes más pesadas y que dan solidez y profundidad a los personajes (Anastasia es genial).
En definitiva: lo recomiendo muchísimo. De los mejores que he visto hasta el momento.Anécdota del entreacto: de señoras que regalan a sus nietas (y se autorregalan a sí mismas) entradas para un musical de adultos
Ya he dicho que mucha gente llegó tarde, lo que me parece de muy mala educación ya de por sí. Pues bien, dos de esas personas que llegaron tarde se sentaron justo a mi lado y eran una abuela con su nieta de unos siete años de edad.
Cuando llegó el descanso, iba a levantarme para estirar las piernas cuando la abuela me detuvo y me dijo:
-Perdona pero, ¿podrías decirme qué pasó antes de que llegara?
Ahí me mordí la lengua y, en vez de decirle "hubieras llegado cuando debías", respondí:
-Pues... la abuela le dio la caja de música antes de irse a París, la chica creció y ocurrió la Revolución Rusa...
-Ah, pero ¿ella es de la nobleza o algo así? -me interrumpió. Ahí me quedé ya un poco descolocada, pero imaginé que no había asociado el nombre del musical con el hecho histórico.
-Sí, era la princesa Anastasia, la última Romanov -dije con paciencia.
-¿Y mataron a su padre o algo así?
Volví a morderme la lengua, porque la historia de los Romanov es cultura general, y dije amablemente:
-Mataron a toda su familia. Les fusilaron.
En estas la niña, con cara de horror y desconcierto, preguntó:
-¿Por qué?
Y la abuela me miró con aire inquisitivo. Pero, vamos a ver. ¿Quién soy yo para explicarle a una niña de siete años la Revolución Rusa en toda su complejidad? Así que evité el marrón diciéndole a la niña que eso se lo explicarán en la clase de historia cuando tenga la edad suficiente para entenderlo. Y me disculpé porque quería ir al baño.
Milagrosamente, allí había poca cola y solo tenía delante a un par de mujeres y a otras dos abuelas con sus nietas, más o menos de la misma edad que la otra niña. Por la conversación que tenían, las habían llevado como regalo de cumpleaños. Y las niñas no paraban de preguntar si quedaba mucho de obra y si no podían irse antes de que acabara. Porque, como es lógico, no entendían por qué habían matado a la familia de la princesa, ni por qué ahora era barrendera, ni por qué Dimitri y su amigo querían ir a París, ni nada de lo que pasaba. Y no había murciélagos parlantes para paliar eso.
Lo triste es que las abuelas no solo se daban cuenta de que su regalo se había convertido en un antirregalo: les dijeron claramente a las nietas que se tenían que aguantar otra hora más, calladitas, aburridas y sin enterarse de nada. De lo que deduzco que no era un regalo para sus nietas, sino para sí mismas. Porque, si yo hago un regalo a alguien y ese regalo no le gusta, aunque yo esté disfrutando como una enana y me haya gastado una pasta, no le obligo a seguir haciendo algo que no desea. Lo triste es que, fijándome en la cara de casi todos los niños, solo vi, en mayor o menor medida, la misma expresión que en el rostro de esas niñas. Y, fijándome en la cara de los padres y abuelos, un disfrute de lo más natural... combinado por una terrible falta de empatía hacia sus hijos y nietos. Solo espero que los niños lo pasaran mejor en la segunda parte, donde no hay tanta complejidad y la trama se simplifica un poco.
No digo que sea culpa de los padres y abuelos. Es culpa del marketing despiadado, buscando la forma de sacar los cuartos sin pensar en nada, porque en todas partes pone que el musical es ideal ¡a partir de los 6 años! No caigáis en la trampa: sin dibujos animados ni murciélagos parlantes, esta historia es muy seria y demasiado compleja para obligar a un niño a pasar más de dos horas sentado y en silencio viéndola. Más que como un premio o regalo, lo verán como un castigo.
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