Últimamente me da la sensación de que el género juvenil está un poco de capa caída. Veo las novedades y no me dicen nada, se me vienen a la cabeza cuatro palabras: Más de lo mismo.
Hubo un tiempo, no hace tanto, en que entraba en la sección de juvenil y
quería llevarme a casa casi toda la mesa de novedades, no porque sus portadas fueran atractivas (que también) sino porque había una
gran variedad, y la variedad es lo que más me atrae. Eran otros tiempos, cuando aún se decidía correr algún riesgo con mayor frecuencia que una o dos veces al año.
Originalidad. Esa es la palabra clave. Las estanterías están saturadas de herederos de fenómenos sin más innovación que ligeros cambios en la ambientación, el número de secundarios o la trama. También tenemos sagas exitosas que se alargan hasta el infinito, muchas veces para disgusto de los lectores, que se hartan de las promesas incumplidas (trilogías que se convierten en cuatrilogías, o pentalogías, o sagas de 16 libros, si cuela) y de los alargamientos innecesarios, muchas veces incoherentes y llenos de paja.
El resto son libros de autores que han funcionado bien en el pasado o las llamadas "apuestas seguras" (si son sagas mejor, para poder explotarlas si funcionan o abandonarlas a medio camino si no) que han tenido éxito en otros países o en internet. Lo peor es cuando esas "apuestas seguras" fallan y la editorial decide dejar la saga a medias, como ha hecho ya tantas veces Alfaguara infantil y juvenil (la última, poniendo la segunda parte de Trono de cristal en digital, abandonando el papel sin mayor explicación, lo que me obliga a leer la segunda parte en inglés).
Por otro lado, los pocos noveles que aparecen son generalmente autores que tienen un blog conocido: no voy a entrar en su calidad (que no es mala), pero está claro que, si el bloguero tiene unos cuantos cientos de seguidores y unas cuantas docenas de amigos blogueros que coreen el lanzamiento, la editorial tiene buena parte del trabajo hecho. He conocido a varios autores noveles a los que les han dicho que les
encanta su libro pero que no se van a arriesgar a publicarles. Puestos a buscar un autor nuevo, no van a arriesgar a coger a un desconocido... lo que me lleva de nuevo a las apuestas seguras. ¿Cuántas obras magníficas se pierden por ese miedo y esa falta de apuestas?
Me da que la
aversión al riesgo está creciendo entre los editores de juvenil. Cada vez
se preguntan menos qué productos pueden ser buenos y cada vez más qué es lo que pueden querer los lectores. Y como se basan en
preguntas erróneas (esa tendencia a preguntar qué te ha gustado en vez de qué te gustaría) se reafirman en sus creencias de que hay que
seguir con lo que funciona y esperar a que se presente un nuevo fenómeno que explotar y con el que disparar las ventas. Resultado: este año no ha habido ningún fenómeno nuevo, y
las ventas han caído.
Una cosa que no tienen en cuenta es que
los fenómenos bestsellers no son replicables. Nunca conseguirán un Crepúsculo o un
Los juegos del hambre publicando meras réplicas de los mismos. De hecho,
ningún fenómeno tiene parecido alguno con el anterior, ni en la temática ni en el planteamiento (
Divergente y
Los juegos del hambre podrían ser una excepción, diréis, pero si lo miramos en términos de ventas, tenemos un aplastante ganador... y es que los fenómenos en la blogosfera no necesariamente se traducen en ventas masivas).
Pensadlo bien (e incluyo casos nacionales e internacionales, de muchos géneros y franjas de edad para que se vea que no es algo aislado): Harry Potter,
Eragon, Memorias de Idhun, Crepúsculo, Perdona si te llamo amor,
Los juegos del hambre,
Cazadores de sombras, Canciones para Paula, Monster High, Bajo la misma estrella... ¿qué tienen en común salvo su gran éxito y que no tenían nada que ver con lo que en esos momentos había en el mercado?
Los que intentaron replicar esos títulos no lograron más que las migajas de los lectores que se engancharon a la lectura con esos libros y no sabían por dónde empezar a buscar algo más. El lector que tiene algo más de bagaje
huye de ellos como de la peste. Y hasta los que se engancharon gracias a un fenómeno se acaban hartando de las réplicas baratas.
Por eso me sorprende tanto que las editoriales de juvenil sigan entrando en esos bucles sin fin. Con otros géneros parece que se han aplicado el cuento y sacan algo diferente de vez en cuando (subrayo el de vez en cuando), aunque también es verdad que hay más editoriales y sacan más títulos al año. Tampoco ayuda que (me da la sensación) no hayan incorporado mucha gente nueva para que les hagan los informes de lectura, o editen, desde el fenómeno Crepúsculo. O lo han hecho, pero han incorporado a gente con la misma forma de pensar y los mismos gustos que los que ya tenían.
La literatura (y especialmente la literatura juvenil) es algo que debe ir evolucionando constantemente. Quedarse estancado significa aburrir a los lectores y hacerles migrar hacia otros géneros con más innovación. Por eso muchos amigos que me dicen que ya no leen juvenil porque se "han hecho mayores". No se han hecho mayores. Los adultos también leemos juvenil. Pero los adultos se aburren de leer siempre lo mismo. Y acaban por abandonar la literatura juvenil si ésta se estanca. Pero si aparece un título original, y no están lo suficientemente condicionados en contra, no sólo no le hacen ascos, sino que lo disfrutan. Prueba de ello es que, cuando respondo a su "me he hecho mayor" con una lista de títulos que se salvan de la monotonía reinante (porque sí, alguno se salva, aunque es una minoría), los leen con gusto y me acaban dando la razón. Lo único que hizo falta para reengancharles al género fue, simplemente, un poco de variedad.