Imaginad mi estupefacción cuando me encuentro
un artículo en El Tiramilla, escrito por un conocido autor del panorama juvenil, en el que viene a decir que las autoediciones no son más que libros publicados por niñatos ególatras a los que han financiado sus padres y a los que ciertas editoriales han estafado. El contenido bien podría haber pasado por una advertencia a dichos adolescentes, pero la forma... bien, si lo leéis entenderéis lo que estoy pensando. Sólo con el título y subtítulo se ve por dónde va el artículo:
¿Autoediciones? ¡No, gracias! ¿Suficiente para calmar y colmar un ego?
Puede que en una buena parte de los casos así sea, pero en muchos otros no puede estar más lejos de la realidad. No obstante, artículos como este desprestigian el mundo de la autoedición (en favor de autores como el que escribe semejante perla, por cierto) y hacen que la gente meta a todos los autores autoeditados en el mismo saco.
Sí, he leído mucha mierda autopublicada. Testigo de ello son algunas de mis reseñas publicadas y otras que están por venir, pero no por ello digo que todos los autopublicados son iguales. No lo digo por ser yo misma una de ellos: ya sabéis, los que me conozcáis, que mucho antes de sacar mi primer libro por mi cuenta ya pensaba así. Pero vayamos punto por punto.
Para autoeditarse no hace falta tener una editorial.
Tenemos innumerables plataformas para hacerlo, e incluso podemos recurrir a una imprenta directamente, a bajo coste. Eso, por supuesto, implica la entrada en el mercado de algún que otro megalómano que escribe por primera vez en su vida y se cree que ha hecho la mejor obra del mundo. No lo niego, pero eso no significa que no se encuentren auténticas joyas.
No todas las editoriales de autopublicación son iguales.
De hecho, para evadir ese tipo de estafas de las que habla el autor muchas veces sólo hace falta leer detenidamente el contrato y tener sentido común. Yo, personalmente, prefiero no contar con ellas, porque económicamente hablando no me compensa. Bien es verdad que tengo conocimientos de diseño y maquetación que me permiten defenderme y hacer un trabajo decente con mis libros, conocimientos de los que no todo el mundo dispone. Pero aun así, por comentarios que oigo en diversas fuentes, no todos los autores que se autopublican con esas editoriales han sido estafados. De hecho, muchos de ellos están dispuestos a repetir con esas editoriales, porque les gusta cómo trabajan y cómo han sido tratados. Sí, hay estafas, pero no todo son estafas.
El mercado está saturado, pero en algunos nichos aún hay hueco.
Las editoriales reciben muchos más manuscritos de los que necesitan o incluso se molestan en leer. Además, aunque en ese sentido no estuvieran tan saturadas, no todas están dispuestas a correr riesgos con un autor desconocido, tanto menos en estos tiempos de incertidumbre. Sólo hay que ver la cantidad de libros extranjeros que se traen y cómo los nombres de autores españoles son casi anecdóticos en las librerías.
No obstante, hay un mercado amplísimo en internet y es ahí donde los autopublicados y los noveles se están moviendo, por lo general. En internet hay muchos nichos sin explotar, que las editoriales no han localizado o no se molestan en utilizar por su pequeño tamaño, incompatible con sus tiradas. Los autopublicados sí que pueden permitirse explotar esos nichos, por así decirlo: sus tiradas son menores y compensa dirigirse a ciertos públicos, que por su parte se sienten agradecidos porque se dirigen a ellos.
Por otra parte, los que nos autoeditamos de forma más seria no somos idiotas. Hacemos una inversión y nadie se gasta el dinero si no hay posibilidad de recuperarlo. Si hago un libro que sé que no vale o no se va a vender, no me molesto en sacarlo al mercado. Manchará mi nombre y encima perderé dinero. Sí, puede haber pérdidas por diversos motivos, pero uno se lo piensa antes de sacarlo.
En cualquier caso, hay que tener en cuenta que, tal y como está la cosa últimamente, intentar publicar con una editorial sale caro. Algunas de mis obras, las que por ciertas razones juzgo que pueden triunfar en el gran mercado y no en pequeños nichos, las voy a empezar a mandar. Un dineral gastado en registrar, imprimir, encuadernar y enviar los ejemplares. ¿El resultado? Ni idea, pero no puedo dejar de preguntarme si, de ser aceptados, se logrará compensar el pastizal que me voy a dejar en todo esto.
Insinuar que por ser joven no escribes bien es una absoluta ridiculez.
Todo está en ser constante, en esforzarse. Evidentemente, si escribes y lees desde los veinte es de esperar que a los veintiuno o los veintidos no seas un maestro (aunque tampoco necesariamente tienes que ser un desastre). Pero ¿y si escribes y lees desde los 16? Eso significa que a los 21 ya llevas cinco años trabajando, esforzándote y mejorando. Para lo cual, por cierto, es necesario recibir críticas y comentarios constructivos ya que ¿de qué diablos sirve escribir y esconderlo en un cajón?
¿Y si escribes desde los doce? A los veintidos llevas la friolera de diez años escribiendo. Malo sería que el fruto de ese trabajo fuera un bodrio.
En definitiva:
Meter a todos en el mismo saco es absurdo. Que este autor se haya encontrado casos es lógico, pero que piense que esos casos son lo único que hay y que transmita de una forma tan tajante su rechazo a las autoediciones me parece vergonzoso. Siempre tendremos a los típicos creídos, a los megalómanos, pero esos no deberían eclipsar a los demás, a los que se esfuerzan por hacer algo de calidad.