La
presentación de un libro puede ser prescindible, pero bien llevada
resulta una buena acción de comunicación. Igualmente, mal hecha
puede llevar a los lectores potenciales a pensar que el libro no
merece la pena ser comprado. Yo he estado en
presentaciones maravillosas en las que, a pesar de que no tenía intención de
comprar un ejemplar, he salido tan impresionada que volví a casa con
el libro firmado.
Al contrario solo me ha pasado una vez, pero no
negaré que se me quitaron todas las ganas.
Como
heacudido a tantos eventos, se me ha ocurrido poner por aquí algunas de las
cosas que, para mi gusto, hacen que sea un éxito (o al menos no
acabe en estrepitoso fracaso):
Elegir un
lugar adecuado.
Investigar
otros eventos.
Es de sentido
común: ante dos presentaciones, a no ser que tengas relación con el
autor, la gente (especialmente blogueros y los de prensa) tiende a
ir a la que será más espectacular, a la del libro mediático...
Echando un vistazo a los eventos que se van a hacer y eligiendo una
fecha apropiada evitarás que potenciales asistentes vayan a otra
cosa.
Que sea a una
hora razonable.
No empieces
demasiado pronto, pero calcula que la cosa acabe antes de las 21:30 (me perdí la presentación de Marc Levy por eso mismo y me dio una
rabia tremenda). Calcula que la presentación en sí durará una hora (contando minutos de cortesía) y que luego van las firmas, así que tienes que dejar margen de treinta minutos a una hora, dependiendo de cuánta gente creas que va a aparecer. Vamos, que nunca deberías empezar antes de las 20:00, salvo en casos excepcionales en el que la presentación así lo requiera.
Dejar cinco o
diez minutos de cortesía.
Incluso más
tiempo si no es en pleno centro. La gente viene de otros sitios, se
pierde, el transporte no suele ser puntual... Así que, dándoles algo
de margen quedas muy bien y, lo que es mejor, evitas las interrupciones.
Usar un tono
oportuno para el libro o género literario al que pertenece.
No uses un
lenguaje rimbombante y académico para un libro chick lit,
juvenil..., ni uses un tono informal y pachanguero para una obra más
seria. Los asistentes notarán la disonancia al minuto y no resultará
creíble.
Contar con un
presentador oportuno y relevante.
Puede ser
tu editor,
otro escritor, un
bloguero reconocido, un artista... Lo que
no puede ser es un coleguita, ni un familiar, ni un personaje o una
eminencia de algo que no tenga que ver con el tema a tratar. Salvo
que sea
muy famoso y te vaya a inflar las ventas. Sigue sin ser del todo
relevante, pero la gente entenderá qué hace esa persona ahí.
Que el
presentador se haya leído el libro.
No hay nada
más evidente, pero os sorprendería la de veces que pasa. «Si no se
lo ha leído ni el presentador», se preguntarán los asistentes, «¿para
qué me lo voy a leer yo»
Hablar del
libro.
Otra evidencia
que no siempre se cumple. El público va a oír sobre el libro, la
trama, los personajes, el proceso hasta que estuvo acabado, hasta la
elección de la portada o el título. Nadie va para escuchar el
currículum del autor o los asistentes, para escuchar la misma
matraca sobre la polémica de turno (no sé la de chapas que me he
tragado sobre el boom de la erótica en todo tipo de
presentaciones... siempre la misma conversación) o para que le
intenten vender algo que no tiene relación directa con el libro.
Nada de
spoilers.
Si vas a
hablar de partes importantes, especialmente las que lleven sorpresa,
asegúrate de que todos y cada uno de los asistentes han leído ya el
libro (o los libros anteriores). Si hay una sola persona entre
cientos que no lo ha hecho, aunque solo sea por respeto debes
evitarlo.
Cuanta más
interacción, mejor.
No solo se
trata de una ronda de preguntas, sino de hacer que el público se
sienta inclinado a preguntar, despetar su interés. Que la
presentación sea cercana, una conversación y no un monólogo,
ayudará a ese objetivo.
Hacer que cada
asistente se sienta acogido.
La actitud de
"qué bien que viniste" es mil veces mejor que la de "vaya
mierda, viniste sólo tú". Y, a la hora de firmar, una sonrisa y un "¿lo has
leído ya?" es sin duda mucho mejor que un simple "dime tu
nombre" y una cara avinagrada. Si haces que el asistente no se
sienta cómodo, no solo hablará mal del acto... no volverá a
ninguno más.
Sorpresas.
Regalos y
catering.
Igual, no son
obligatorios, y el público los agradece, pero tienen que ser
coherentes con el libro... y con los asistentes. Uno de los ejemplos
que se me ocurren es en varias presentaciones de Versátil. Vale que
sirvas un cóctel. Pero deberías pensar en una alternativa para los
que no beben alcohol. Que sea un libro para adultos no implica que
todos los asistentes quieran alcohol. A mí, personalmente, no me
gusta ni su sabor ni su olor bajo ninguna de sus formas. Es más,
puede haber algún alérgico a los ingredientes de ese cóctel en
concreto. Pero siempre que preguntaba si tenían algo sin alcohol me encontré
con un no rotundo. Semejante despliegue para que luego la impresión
general se deteriore por no haber pensado en eso...
No insistir si
algo no funciona.
Se ha
estropeado el micro, acéptalo. No insistas en destrozar los oídos
de los asistentes y fingir que no pasa nada. No puedes reproducir ese
maravilloso vídeo que tenías preparado, déjalo estar. No tengas a
los asistentes esperando de brazos cruzados media hora mientras lo
solucionas: ficha a alguien para que lo haga por ti mientras sigues
adelante y, si no lo arregla, proporciona un enlace donde la gente lo
pueda ver.
Hay mil cosas que pueden salir mal. El empeño en seguir
el planing solo las empeora. Lo que me lleva a lo siguiente.
Dejar espacio
a la improvisación.
No es solo
por los imprevistos, seguir un guion demasiado rígido puede hacer
que todo parezca forzado y poco natural. Y no está mal llevar alguna
nota, pero de ahí a leer un discurso completo...
No saturar ni
alargar demasiado.
A veces,
pasarse con las sorpresas o los extras puede ser contraproducente. No
todos los libros se prestan al espectáculo, ni todos los
espectáculos son tan espectaculares como se planeaban. Y si vas a
leer un fragmento, por lo que más quieras: que sea cortito y
representativo. Tampoco es conveniente que se alarge más de tres
cuartos de hora.
Desde luego, si ves a más de tres personas del
público mirar el reloj cada pocos minutos, empiezan a sacar el
teléfono para chatear/jugar al angry birds o empieza a oírse el
runrún de conversaciones al fondo, deberías ir cortando.
Y eso es todo... ¿se os ocurren más claves para que la presentación de un libro sea un éxito?