Otra de mis espinitas clavadas, aparte de ir al ballet, era ver una zarzuela, así que busqué la que mejor conozco, La verbena de la paloma (cuya peli me encanta), para ver si se representaba. Había dos representaciones y el presupuesto y los horarios me hicieron decantarme por la del teatro Victoria. Así pues, compré un cupón para el día 20, pero por alguna razón, al mandármelo Atrápalo, me puso fecha 27, por lo que, si quería entrar ese día (y habiendo salido antes del trabajo no me quedaba otra), tenía que pagar 3€ más. Me sentí un poco estafada, pero en fin.
Segunda decepción, el teatro en sí. Era enano (en palabras de mi madre: "no es un teatro, es un vagón de metro") y empecé a plantearme si no hubiera sido mejor irme a la representación del Teatro de la Luz, que era más caro y tenía peores horarios (o demasiado tarde, o demasiado pronto), pero desde luego tiene un escenario más grande que el que teníamos en mi colegio (que por cierto era casi el doble de grande que el que tienen en el Teatro Victoria).
Se salvó mi decepción gracias a la representación. La actuación en general me pareció muy buena y conseguí meterme en la historia. Aunque la obra es una adaptación de Oscar Cabañas para ocho actores y un pianista, está bastante cerca de lo que sería la obra original de Tomás Bretón y Ricardo de la Vega, si bien, por supuesto, se aleja bastante de mi única referencia: la película, que he visto un montón de veces. En esta adaptación no hay cambios de escenario, todo sucede en la calle del bar, la botica y tras la que viven Susana, Casta y su tía, con un decorado muy bien elegido. Además, el inicio no forma parte de la historia original, pero me pareció oportuno y bien integrado.
La historia es muy sencilla: los celos de Julián porque su novia no va a ir con él a la verbena y se entera de que irá con su hermana, su tía y el viejo boticario, don Hilarión, que es un pillo. Este último personaje, junto al sereno y la fauna del bar (con sus expresiones madrileñas supercastizas, sus fallos al hablar...) y la tía Antonia con su desparpajo y falta de vergüenza, son de lo más divertidos, mucho más que en la película. Esas partes me gustaron más que la historia de Julián y Susana, aunque esta también estuvo bien.
En definitiva, los escasos recursos fueron bien aprovechados y al final disfruté mucho del espectáculo, a pesar de haber pagado de más y del susto inicial por lo pequeño del escenario. Si tenéis curiosidad por este género chico, es una buena opción.