La entrada es gratuita, aunque te lo ponen de tal manera que se hace raro no pagar los tres euros de la donación voluntaria para su mantenimiento. Luego subes una escalera (o por el ascensor) y empieza lo bueno. Es más grande de lo que parece, así que ve con tiempo. Yo pude estar fácilmente una hora y tres cuartos o dos horas, porque hay mucho que ver.
El museo está estructurado en unidades ordenadas cronológicamente donde conocemos la historia de nuestros barcos desde poco antes del descubrimiento de América hasta la actualidad. El recorrido está bastante bien indicado y tiene la cantidad justa de carteles para tener una idea general de la sala y en qué piezas debemos fijarnos más en detalle.
En el museo encontramos todo tipo de mapas, maquetas de barcos o partes de barcos, maquetas de puertos, instrumentos de navegación, armas (me he enamorado de esas roperas y esas dagas...), obras de arte representando barcos, batallas o personajes ilustres, objetos de navegación y hasta una reconstrucción de un cuarto de un oficial.
Conocemos la historia de nuestras embarcaciones, sistemas de construcción, avances científicos, guerras navales en las que participamos, comercio e exploraciones... Vamos, un montón de información que, aunque no profundiza (imposible si quieres contar ocho siglos en tan poco tiempo y espacio, y ya digo que estuve casi dos horas yendo rápido y que el espacio es inmenso), sí que nos hace tener una visión general de esa parte crucial de nuestra historia.
Vamos, que es una visita muy recomendable, yo sin duda volveré a pasearme por sus salas para verlo todo de nuevo más detenidamente.
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