Quería acabar el año con una buena ópera y nuevamente conseguí una localidad razonable (bendita entrada last minute joven) para ver Rigoletto, de Verdi, aunque me da una pereza increíble ir a Madrid en esta época del año (casi muero aplastada, y sin avalancha de por medio, para llegar de la estación al teatro).
La verdad es que, junto con Aida, creo que es la ópera que más me ha gustado de las que he visto. Qué curioso, también de Verdi. Así que está claro que Verdi es mi favorito, de momento. Música buenísima e historias que atrapan.
También empiezo a tener el oído más entrenado y voy distinguiendo si los cantantes lo hacen bien o espectacularmente bien, y en este caso todos los principales fueron espectaculares.
La puesta en escena también me gustó (sencilla pero impactante) y la historia es la típica tragedia de mi apetencia: un bufón capaz de todo tipo de crueldades pero que tiene una hija a la que protege de cualquier mal (y una psicología que te hace empatizar) recibe lo que ha estado sembrando donde más le duele.
Vamos, que despertó mi entusiasmo y mereció la pena tener que ir a Madrid un viernes por la tarde en plenas navidades...
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